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El Maracanazo y sus hijos

  • Guido Ruiz
  • 8 ago 2019
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 14 ago 2019


Se cumplieron, hace poco, 69 años del Maracanazo, así que me pareció oportuno escribir un poco sobre esta hazaña que muchos conocen pero que pocos se animaron a profundizar.

Tras la inauguración en tiempo récord del, por aquellos años y durante bastante tiempo, estadio más grande del mundo, el 24 de junio de 1950 se ponía a girar la pelota y se daba inicio al mundial de aquel año que tendría a Brasil como anfitrión.

Trece equipos entre los que se encontraban Estados Unidos, México y España, disputarían el que sería, probablemente, el mundial más recordado en la historia del fútbol. Sin embargo, solo dos protagonizarían la final, y todos sabemos quiénes fueron.

Brasil llegaba como candidato y ya casi auto-proclamado campeón por la sociedad carioca. Los resultados justificaban todo este furor y confianza: 4-0 a México, 2-0 a Yugoslavia, 7-1 a Suecia y 6-1 a España. Fuerte.

¿Uruguay? Creía, era menos, pero también lo tuvo relativamente fácil: 8-0 a Bolivia, 2-2 a España y 3-2 a Suecia.

Y llegaría el famoso día. El 16 de Julio se disputaría la final en el Maracaná. Brasil y Uruguay. David y Goliat. ¿Para los brasileros? Un trámite, con el empate les alcanzaba gracias al formato de aquella época y ya había carteles en el estadio festejando el título. Incluso la orquesta, que debía tocar el himno del ganador al final del partido, solo tenía preparado el de la verdeamarela.

Cerca de 200.000 hinchas se reunieron en el legendario estadio para ver lo que sería uno de los partidos más emblemáticos del fútbol, sino el más. Optimismo total, absoluto e ilimitado. Así lo recordaba un fluminense que presenció el partido. Pero si sumamos eso, al patriotismo exacerbado de aquel momento, obtenemos un escenario preparado para una gran tragedia. Y así iba a ser.

Los dirigentes de Uruguay entraron al vestuario antes del partido. ¿Para alentar? No, para pedirles que no se coman seis, y que jueguen con el “guante blanco”. Pero Obdulio Varela, volante central y capitán de la selección charrúa, se paró frente a sus compañeros antes de salir a la cancha e inmortalizó el famoso “los de afuera son de palo”. Y vaya que así fue.

El primer tiempo culminó con ambos arcos en 0. Los nervios aumentaban. Los brasileros ya no se sentían tan campeones, pero arrancó el segundo tiempo y a los dos minutos Friaça convirtió el 1-0. Locura en el Maracaná.

Sin embargo, a partir del minuto 20 de la segunda mitad, todo cambiaría. Centro y disparo al primer palo para el gol de Schiaffino y, 10 minutos después, jugada individual y disparo rasante también al primer palo para el de Ghiggia que terminaría dándole la victoria a su selección.

El Maracaná y todo Brasil quedaron incrédulos frente a la derrota, algunos incluso se arrojaron del estadio, otros, simplemente lloraban en silencio. Catástrofe total y suicidios en masa en el país más grande de América del Sur. Se cuenta que, a la salida del estadio, había velas prendidas. Era un funeral.

Si prestaron un poco de atención (?) se dieron cuenta que remarqué que tanto el primer gol como el segundo, surgen de disparos al primer poste. No, no fue casualidad. La sociedad encontró en Moacir Barbosa, arquero del Vasco da Gama en aquel momento, un culpable de la desgracia. Fue condenado terriblemente tras esos goles. "Llévense lejos a este hombre, que sólo atrae a la mala suerte", gatilló Zagallo en 1994. Romario, Bebeto y Dunga le negaban el saludo. “Mira hijo, él es el hombre que hizo llorar a todo Brasil”, escuchó decir a una madre en un almacén. Según cuenta Teresa Borba, una amiga del golero, antes de morir repetía: “No fue culpa mía, éramos 11”.

“Llegue a tocarla y pensé que la había desviado al córner, pero escuche el silencio del estadio y tuve que tomar valor para darme vuelta”, dijo una vez en una entrevista.

Trabajó cortando el pasto varios años en el mismo estadio en el que su vida se arruinó para siempre, y repasó la jugada una y mil veces más en su cabeza hasta terminar muriendo solo, a manos de un derrame cerebral, tras haber atravesado la muerte de su esposa y varios problemas económicos.

Carlos Bauer, Jair de Rosa y Ademir Marquez son otros ejemplos de jugadores que recibieron humillaciones durante toda su vida luego de aquella final. “La condena más larga por un delito en Brasil es de 30 años, pero nosotros pagamos hasta la muerte.” Así lo definió Barbosa. Shock.

¿Los uruguayos? Ídolos inmortalizados. Alcides Ghiggia, autor del 2-1, cuenta que ese gol cambió su vida y, en gran parte, fue el impulsor para que en 1952 pueda irse a jugar a Europa. “No me considero un héroe, fuimos 11 los que jugamos”, soltó con humildad en una entrevista en 2014.

En la previa del partido con Chile de la última Copa América, a Cavani le preguntaron sobre ese estadio, y esto respondió: “Desde que eres chico empiezas a aprender la historia de nuestro fútbol y lo que fue ese acontecimiento en el Maracaná, uno de los momentos que marca la historia del fútbol de Uruguay y que nos marca cuando nos lo cuentan. Por eso es tan importante. Cuando se habla de Maracaná te viene a la cabeza un sentimiento muy particular.”

Al final, tan solo 90 minutos, 3 goles, 22 jugadores, dos países y una locura enfermiza por el fútbol terminaron dando origen a esta historia que, con sus blancos y negros, considero de las más lindas que existen en el fútbol. Gracias por leer.

 
 
 

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